Mundo obeso y sanidad desnutrida, la figura del dietista-nutricionista
¿Qué importancia tiene la figura del dietista-nutricionista en un mundo cada vez más obeso? Más de 600 millones de personas tienen obesidad en el mundo: una de cada diez personas tendrá cinturas por encima de 102 cm, en el caso de los hombres y más de 88 cm, en el caso de las mujeres. Estas medidas son peligrosas, no porque atenten contra los patrones de belleza occidentales sino porque indican que hay demasiada grasa alrededor del tronco, justo donde están nuestros órganos más importantes, asfixiándolos y ahogándolos, y haciéndolos ineficaces e inservibles con el tiempo.
Ya hay evidencia científica suficiente que relaciona las enfermedades que más matan (diabetes, hipertensión, colesterol…) con esos centímetros de más alrededor de nuestros órganos más preciados. También hay evidencia más que probada de que el ser humano sino se mueve, enferma. Pero lo cierto es que nadie nos dice claramente lo que es bueno o malo a la hora de evitar esto.
La figura del dietista-nutricionista queda relegada a gimnasios y centros de estética, y el médico que es lo más cercano que tenemos a nuestra salud, la mayoría de las veces, no sabe qué decir.
Hipócrates, padre de la medicina si lo sabía: “Que tu alimento sea tu medicina y tu medicina tu alimento” sin embargo ahora, en nuestra medicina occidental se estudia una media de 30 horas de nutrición en una carrera que dura aproximadamente 9 años. Qué ironía. Así que con este panorama me atrevo a decir que nuestro sistema de salud está desnutrido.
La salud parece no importarnos ni a nosotros mismos. Dejamos nuestro futuro en manos de una bata blanca que en 5 minutos nos receta una pastilla para resolver los problemas derivados del exceso de grasa en el cuerpo, o en el mejor de los casos nos dejamos llevar por dietas milagros que sacamos de internet, de un libro sin base científica o de la revista de moda de turno y pensamos que con un mes al año de «dieta» nos libramos de todos los males que nos da el comer mal.
¿Por qué fracasan las dietas? Pues porque fracasa el uso que hacemos de la palabra, porque si desde pequeños nos enseñaran a comer bien, con sabores básicos, sin sales y azucares añadidos, si nos enseñaran a elegir con cabeza y no nos contaminaran con publicidad llena de colorantes y saborizantes, no necesitaríamos realmente la palabra dieta. Podría dejar de existir. Si nos educaran desde pequeños a saber «movernos» y a ganarnos la comida con ejercicio físico entonces otro gallo cantaría.
Se hace necesario un cambio de enfoque para dejar claro que los dietistas-nutricionistas no somos «asesores» de imagen, sino profesionales de la salud y que por tanto, nuestro papel es básico en el ámbito sanitario y en el educativo.